Justo la tarde del día en que me volviste a demostrar lo que eras, escribí una frase en un papel. La pegué en uno de los trozos de pared de mi habitación que no están cubiertos de pósters.
No se cumplió ni una sola noche desde aquel día.
Mi Dios.
No se cumplió ni una sola noche desde aquel día.
Mi Dios.
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